La convergencia entre visión (lo que deseamos) y una clara imagen de la realidad actual (dónde estamos en relación con dónde deseamos estar) genera lo que denominamos “tensión creativa”: una fuerza para unir ambos puntos, causada por la tendencia natural de la tensión a buscar resolución. De esta manera, para esas personas, una visión es una vocación y no sólo una buena idea. Ven la “realidad actual” como un aliado, no como un enemigo.
La esencia del dominio personal, siguiendo esta idea, consiste en aprender a generar y sostener la tensión creativa en nuestras vidas. El coaching coercitivo, por ejemplo, sugeriría en cambio una solución completamente distinta. Pero desafortunadamente, el término “dominio” sugiere dominación sobre las personas o las cosas, aunque dominio también puede significar un nivel especial de destreza, de profundo autoconocimiento.
Un maestro artesano, por ejemplo, no ejerce “dominación” sobre la alfarería ni el tejido. Pero su dominio de esas artesanías permite que los mejores cuencos o telas salgan del taller. Análogamente, el dominio personal sugiere un nivel especial de destreza en cada aspecto de la vida, personal y profesional. En este contexto, “aprendizaje” no significa adquirir más información, sino expandir la aptitud para producir los resultados que deseamos, sino que se trata de aprendizaje generativo, no coaching coercitivo.
Y las organizaciones inteligentes no son posibles a menos que en todos los niveles haya personas dispuestas a practicar esa forma de aprendizaje. Esto es lo que se busca lograr al aplicarse la disciplina del coaching para llegar a este objetivo. De hecho las gentes con alto nivel de dominio personal comparten varias características. Tienen un sentido especial del propósito que subyace a sus visiones y metas. Estas personas han aprendido a percibir las fuerzas del cambio y a trabajar con ellas en vez de resistirlas.
Son profundamente inquisitivas, y desean ver la realidad con creciente precisión. Se sienten conectadas con otras personas y con la vida misma. Sin embargo, no sacrifican su singularidad. Se sienten parte de un proceso creativo más amplio, en el cual pueden influir sin controlarlo unilateralmente. Hay que tener en cuenta que esto no es un paradigma, sino una posición dentro de una forma de abarcar la realidad. Otras visiones, como el NoCoaching, sugieren distintas alternativas.